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miércoles, 11 de julio de 2007

Todo por hacer

Todo por hacer

Lo bueno es que, visto desde una óptica de RSE, el tema de las relaciones empresa/clientes se presenta como un terreno prácticamente virgen, donde aún resta casi todo por hacer. Las empresas deberían ser concientes del enorme potencial que tienen para inculcar valores o conductas positivas entre sus consumidores. Quizás en este punto radica uno de los principales déficits que se registran en la actualidad.

Esto queda en evidencia, por ejemplo, a nivel de la publicidad. Buscando mostrarse como creativas, innovar o transgredir, muchas piezas publicitarias terminan difundiendo públicamente valores de dudosa índole, desligados de –o contrarios a- los valores corporativos establecidos formalmente en la misión o visión de la empresa.

Sin ir más lejos, recuerdo la publicidad televisiva de una conocida empresa láctea. Un niño entregaba dinero a un enano, vestido con iguales vestimentas, para lo reemplazara a la hora de tomar la sopa y se retirara justo a tiempo para dejarle el placer de saborear el postre. Muchas voces se alzaron rápidamente para fustigar la pieza, alcanzando el tema los medios masivos de comunicación. ¿El resultado? La campaña fue retirada del aire; seguramente también le habrán cantado las cuarenta al desafortunado creativo.

Personalmente considero que sería más fácil, más útil y generaría mayor valor social "transgredir en un sentido positivo", si se me permite la expresión. Paso a explicar. La cuenta de publicidad sigue siendo un activo importante para las compañías, al cual se destinan generosos recursos. Lo que las empresas deberían comprender es que constituye también una herramienta poderosa a la hora de educar, prevenir, concientizar, promover valores o conductas positivas ya no sólo entre sus clientes sino además entre los potenciales receptores de los mensajes emitidos. Tampoco debería desdeñarse la posibilidad de involucrar directamente a los clientes en programas o campañas tendientes a la mejora de las condiciones de vida de la población y al cambio social.

Esta creatividad positiva podría alcanzar a otros canales de comunicación y vinculación con los clientes como ser el packaging y embalaje de los productos, los servicios de atención al cliente, las comunicaciones institucionales. Las posibilidades son infinitas. Indudablemente, podría generarse un círculo virtuoso que potencie y agregue valor no sólo a los productos y servicios ofrecidos, sino fundamentalmente a la propia compañía que asuma este compromiso.

Todas las tendencias mundiales indican que en el mediano plazo las empresas deberán satisfacer las necesidades de consumidores mejor informados y más comprometidos. La Responsabilidad Social Empresaria será entonces un factor decisorio para las personas a la hora de comprar tal o cual producto. Ante este horizonte, el éxito o fracaso de las empresas dependerá exclusivamente del liderazgo que ejerzan y de su capacidad para innovar, en un entorno inestable y cambiante. En este punto no tenga la menor duda: siempre es mejor anticiparse que terminar adaptándose por la fuerza.

Saludos
Rodrigo González Fernández
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