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lunes, 16 de diciembre de 2013

Proyecto busca reducir la huella de carbono de la industria del vino

Disminuiría los costos energéticos de la industria:

Proyecto busca reducir la huella de carbono de la industria del vino

En el proceso de vinificación, la refrigeración representa el principal consumo eléctrico, que en Chile está asociado a elevadas emisiones de CO2. Para enfrentar esta realidad, el DICTUC —con cofinanciamiento de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA)—, está desarrollando un sistema de poligeneración, con energía solar, que apunta a reducir la huella de carbono de la industria del vino.

Asimismo, se busca aumentar la independencia energética de los productores, reduciendo el riesgo de alteraciones en la calidad del producto, asociado a interrupciones en el suministro. Esto agregaría valor al vino, mejorando la competitividad de la oferta vitivinícola chilena en los mercados internacionales.

Como la demanda de refrigeración es mayor en los meses de verano, la iniciativa contempla integrar tres sistemas: un equipo de absorción que produce refrigeración a partir de una fuente térmica híbrida, conformada por un campo solar con almacenamiento térmico; una caldera de biomasa para asegurar el funcionamiento del sistema en períodos de baja radiación solar; y un secador solar se puede aprovechar la biomasa de los desechos de producción del vino.

"Esto requiere una estrategia que garantice que el uso de esta tecnología no afecte negativamente el proceso de vinificación, ni la calidad del vino. Así el objetivo es diseñar un sistema de poligeneración escalable, que permita a las vitivinícolas aumentar su independencia energética y reducir la energía eléctrica consumida en refrigeración hasta en un 99% y las emisiones de CO2 asociadas en un 50%", explica el coordinador del proyecto, Rodrigo Escobar.

Actualmente, los costos energéticos en la industria del vino son elevados. De acuerdo a estudios realizados en viñas específicas, la implementación de esta metodología podría permitir ahorros de hasta 80% en consumo de gas y 50% en electricidad y petróleo.

En relación con las emisiones de CO2, éstas alcanzan a 1,67 kilos de CO2 por botella de vino embotellado (750 cc) y 0,124 kilos de CO2 por litro de vino a granel. Considerando esta información y los datos de producción del año 2012, se tiene que el volumen total de emisiones de CO2 en la industria vitivinícola chilena es de 1.302.234 toneladas.

"Se calcula que la implementación de este proyecto podría permitir una reducción estimada de hasta 50% en las emisiones, contribuyendo a aumentar su competitividad a nivel mundial y aumentar el valor del vino exportado", explica la ejecutiva de innovación de FIA y supervisora del proyecto, Loreto Burgos.

MAYOR VALOR DE LAS EXPORTACIONES

"Como efecto de lo anterior, una reducción en la huella de carbono permite aumentar el valor del vino exportado. Este incremento depende de varias variables adicionales (país de destino, normativa vigente, exigencias, etc.), por lo cual su cálculo exacto es muy complejo, pero se estima que se puede lograr un aumento de 1% en el valor de las exportaciones", destaca Escobar.

De esta forma, el potencial de impacto económico estimado que la metodología presenta es de $20.327 millones por concepto de reducción de costos energéticos, sumado a un valor adicional de $8.481 millones por aumento en el valor del vino como efecto de la reducción en emisiones de CO2.

En el país, desde la entrada en vigencia de las normas internacionales referentes a la cuantificación de las emisiones de CO2 asociadas a la producción de vino, diversas viñas han incorporado a sus procesos productivos tecnologías de energías renovables.  Se trata, principalmente de colectores solares térmicos, para suministrar agua caliente a los procesos de desinfección y esterilización de equipos, además de suplir la demanda de agua caliente en servicios, y de geotermia para climatización. Sin embargo, estas instalaciones no representan un ahorro significativo en el consumo energético, ni en emisiones de CO2.

El panorama es diferente en el exterior, donde se ha desarrollado el concepto de "viñas solares" (solar wineries), que usan de forma intensiva esta energía en todo el proceso productivo, desde el viñedo a la planta de vinificación. Solamente en Europa, más de 110 viñas lo han implementado.

Según estimaciones del DICTUC, el 100% de las viñas que operan en el territorio nacional podrían implementar este nuevo sistema.

En la iniciativa —que contempla un costo total de $259,7 millones de los cuales FIA aportará $150 millones— participan en calidad de asociados la Viña Miguel Torres y las universidades de Talca y Diego Portales.

Fuente: FIA

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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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Los incendios forestales aumentan y el cambio climático sería el culpable

Publicado el 16 de diciembre del 2013

Los incendios siempre han estado presentes en la naturaleza y han aumentado con la ayuda del hombre, pero ahora el calentamiento global les está dando un empujoncito extra. Países como Australia, donde muchos de los focos se producen por causas naturales, ya están pensando en el futuro y tomando medidas para poder combatirlos mejor.

(El Mercurio) Para 2030, Australia deberá doblar la cantidad de gente que tiene para combatir los incendios forestales si quiere hacerlo eficientemente, asegura el informe "Cambio climático y riesgo de incendios en Australia". Uno de sus autores -que fue encargado por el gobierno de ese país a privados- aseguró esta semana: "Desde 1960, se ha duplicado el número de días con temperaturas extremas, y cuando tenemos estos días el riesgo de incendios es mayor".

El informe no es alentador y lo peor es que viene de uno de los países con mayor inversión en el combate de incendios. La situación se vuelve crítica, según los expertos, y lo hace en todo el mundo, incluido Chile. Si bien los incendios se producen por muchas causas bien conocidas, ahora el cambio climático está potenciando las probabilidades de ocurrencia y de una forma difícil de controlar.

Cambio global

A principios de octubre, Scott Stephens, de la Universidad de California, en Berkeley, publicó en Science un nuevo trabajo sobre la influencia del cambio climático en la incidencia de los incendios.

El incremento, asegura la investigación, será en la frecuencia y magnitud de estos eventos en Australia, la cuenca del Mediterráneo, Canadá, Rusia y Estados Unidos. En este último, especialmente en la parte oeste, al aumento de temperaturas se suma el deshielo prematuro de las nieves en primavera, lo que provoca temporadas más prologadas de incendios. Algo, termina el autor, que puede extrapolarse a todo el mundo.

Y es justamente lo que está pasando en Chile. Antes teníamos temporadas de incendios -de noviembre a marzo-, cuenta Herbert Haltenhoff, jefe de Prevención de Incendios Forestales de Conaf, pero ahora los tenemos durante todo el año.

"Desde que medimos su ocurrencia, a mediados de los 60, los incendios se incrementaron sostenidamente hasta los 80. Luego la curva empieza a aplanarse y se ha quedado ahí", explica. "Esto es independiente del aumento de población y de la conectividad urbano-rural, por lo que creemos que se debe a la prevención y a la toma de conciencia de la gente".

Pero en los últimos cinco años el escenario ha cambiado. Desde julio de este año se han producido 804 incendios, mientras que el promedio del quinquenio para el mismo período solo llega a los 460.

"Durante el período pasado -de julio de 2012 a julio de 2013- se quemaron casi 100 mil hectáreas y este año de nuevo la situación se ve compleja", explica el especialista. "El problema, además, es que se están concentrando en la Quinta Región y en la Metropolitana. Algo que se debe al clima".

Miguel Castillo, académico del Laboratorio de Incendios Forestales de la Universidad de Chile, dice que si bien el cambio climático aún no está 100% científicamente comprobado, sí es posible ver una relación directa entre el alza de temperatura y el aumento de los incendios. "Los últimos 10 o 15 años se ha visto un alza sustantiva de ellos, aumentado la vulnerabilidad de los ecosistemas tanto de Europa y de Estados Unidos como de Sudamérica", dice.

El problema no es solo la mayor prevalencia de días con condiciones perfectas para su ocurrencia -alta temperatura, baja humedad, viento fuerte- sino también las sequías prolongadas que preparan el ambiente para arder mejor y más rápido.

"Antes el bosque no sonaba y ahora sí, cuentan los combatientes de las brigadas forestales", dice Herbert Haltenhoff. "Como el piso de los bosques solía estar siempre húmedo casi no se hacía ruido al caminar por ellos, pero ahora se quiebran los restos de ramas y cruje la hojarasca. Aunque llueva por tres días no se recuperaría lo que han provocado tres o cuatro años de sequía".

Culpa del hombre

A ello se suma el factor humano. A diferencia de lo que ocurre en otras partes del mundo, donde una parte importante de los incendios es por causas naturales -tormentas de rayos que llegan al suelo-, en Chile casi un 99% de los siniestros es por causa del hombre, ya sea por un descuido o por intencionalidad. Por eso la llegada o el aumento de personas en todas partes es peligroso.

"Además de que se ha acumulado mucho combustible -hojas y ramas secas- en los bosques por la sequía, la gente está saliendo más. Va a caminar, hacer trekking o andar en bicicleta a lugares que antes no eran tan concurridos o solo lo eran en verano", dice Horacio Gilabert, académico del Departamento de Ecosistemas y Medio Ambiente de la Facultad de Agronomía y del Centro de Cambio Global de la Universidad Católica.

A ellos se suma, dice Miguel Castillo, la mayor demanda por bienes y servicios en zonas más prístinas. "La gente quiere ir a lugares menos intervenidos. Quiere construir su casa de veraneo ahí, y las mismas inmobiliarias han visto una oportunidad de negocio en ello", dice.

Otro factor relevante, agrega, es el aumento de la conectividad entre ciudades y pueblos. "Se han hecho estudios de esos caminos y senderos y se ha comprobado que las áreas de mayor ocurrencia de incendios son justamente esas vías, porque la gente bota colillas de cigarros o se estaciona para hacer fogatas", explica.

Por eso, puntualiza Horacio Gilabert, unos de los mayores focos de inversión tiene que seguir estando en la educación.

Y más encima ahora, al factor humano, se agrega el climático. "En este momento hay muy pocos incendios al norte de la zona central porque hay poca vegetación. Pero si con el aumento de la temperatura el clima se va a volver más cálido hacia el sur, esa transición va a dejar mucho combustible en zonas muy pobladas, en la Quinta Región, la Metropolitana y la Octava. Por ello, no solo se van a crear nuevas áreas susceptibles a incendios, sino que también aumentará la frecuencia de estos eventos en las actuales", dice el investigador.

Combate

A todo lo anterior se añade que no siempre hay posibilidades de pelear contra los incendios.

"Cuando comienza un foco se produce una especie de retroalimentación", explica Eduardo Peña, especialista en ecología del fuego de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción. "El fuego calienta el aire a su alrededor. Al aumentar su temperatura, este sube desplazando hacia abajo al aire frío provocando viento. Así, mientras mayor y más intenso es el incendio, más viento genera y más rápido se propaga", explica.

Incluso, agrega, se produce un efecto de atracción ya que restos de combustible inflamado pueden saltar hasta 2 kilómetros de distancia, produciendo nuevos focos.

Lugares como Torres del Paine son una pesadilla para los brigadistas ya que los vientos constantes anulan casi totalmente cualquier intento. Lo mismo que pasó en octubre en Australia, en el estado de Nueva Gales del Sur, donde se quemaron miles de hectáreas y cientos de casas.

Por eso, concluyen los especialistas, el mejor combate sigue siendo la prevención.

Recuperación

Dependiendo del tipo de bosque que se queme, su recuperación total puede tomar decenas, centenas o incluso un millar de años. Por eso es necesario darle una mano a la naturaleza en el proceso.

"La mayoría de las semillas mueren a los 40 °C o 50 °C por lo que si el fuego se queda en un mismo lugar demasiado tiempo, todas ellas desaparecerán", dice Eduardo Peña, de la U. de Concepción.

A ello se suma que si después de un incendio llueve, el agua puede llevarse las semillas que quedaron y la primera capa del suelo, erosionando la zona. Por eso la recuperación busca evitar dicha erosión poniendo una cubierta vegetal y plantando especies que estaban en la zona afectada. Esto no solo acelera el proceso de recuperación porque se plantan árboles ya crecidos -aunque pequeños-, sino también porque evita que otras especies aparezcan en la zona. "La gran ventaja es que se dirige la recuperación y se puede evitar la llegada de especies invasoras que compiten con las que estaban en el lugar", dice Horacio Gilabert, de la UC.

Fuente:

Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU( 
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